Por Gustavo Iaies Para LA NACION
Los resultados de la evaluación de la Unesco terminaron con la idea de que tenemos la mejor educación de América latina. En esta materia, nos gastamos "las joyas de la abuela". Los países que muestran resultados superiores a los nuestros tienen tanto modelos centralizados como descentralizados, financiamiento por oferta como por demanda, dispositivos de evaluación de los docentes como ausencia de los mismos, alto porcentaje de matrícula en la educación privada como nula. En ese sentido, no parece que funcione nuestro razonamiento habitual de ideologizar los problemas para evitar responsabilizarnos. Nuestros problemas principales están en la cotidianidad de las escuelas. Los países que nos superan comunican los resultados de las evaluaciones en tiempo y forma a las escuelas, estos datos resultan creíbles y están a disposición de la comunidad de un modo transparente. En nuestro país, los resultados de las evaluaciones no son devueltos a las escuelas en tiempo y forma, son comunicados con gran discontinuidad, de modos poco claros y todo eso deteriora su credibilidad y pertinencia. El reporte comparativo nos muestra como el país en el que mayor cantidad de alumnos llegó tarde a la prueba, adultos que interrumpieron la situación de evaluación, chicos que transgredieron la norma de quedarse en el aula hasta que todos terminaran. Parece haber llegado el momento de abordar el problema. Chicos que lleguen en hora, con hábitos de orden y trabajo, docentes que vayan a la escuela todos los días y lleguen temprano, menor interferencia y desorden en las aulas, edificios en condiciones de limpieza y orden, bibliotecas, padres que apoyen a los docentes y exijan a sus hijos, responsabilidad que cada uno debe asumir por los resultados de su tarea. A nuestra escuela le pasa lo mismo que al país: carece de orden, normas claras y un clima apropiado para producir. Pero esa no puede ser una excusa. Alguna vez fuimos capaces de construir un proyecto educativo que transformó la sociedad y le dio un proyecto a la Nación. El autor es presidente de la Fundación Centro de Estudios en Políticas Públicas (CEPP).
Los resultados de la evaluación de la Unesco terminaron con la idea de que tenemos la mejor educación de América latina. En esta materia, nos gastamos "las joyas de la abuela". Los países que muestran resultados superiores a los nuestros tienen tanto modelos centralizados como descentralizados, financiamiento por oferta como por demanda, dispositivos de evaluación de los docentes como ausencia de los mismos, alto porcentaje de matrícula en la educación privada como nula. En ese sentido, no parece que funcione nuestro razonamiento habitual de ideologizar los problemas para evitar responsabilizarnos. Nuestros problemas principales están en la cotidianidad de las escuelas. Los países que nos superan comunican los resultados de las evaluaciones en tiempo y forma a las escuelas, estos datos resultan creíbles y están a disposición de la comunidad de un modo transparente. En nuestro país, los resultados de las evaluaciones no son devueltos a las escuelas en tiempo y forma, son comunicados con gran discontinuidad, de modos poco claros y todo eso deteriora su credibilidad y pertinencia. El reporte comparativo nos muestra como el país en el que mayor cantidad de alumnos llegó tarde a la prueba, adultos que interrumpieron la situación de evaluación, chicos que transgredieron la norma de quedarse en el aula hasta que todos terminaran. Parece haber llegado el momento de abordar el problema. Chicos que lleguen en hora, con hábitos de orden y trabajo, docentes que vayan a la escuela todos los días y lleguen temprano, menor interferencia y desorden en las aulas, edificios en condiciones de limpieza y orden, bibliotecas, padres que apoyen a los docentes y exijan a sus hijos, responsabilidad que cada uno debe asumir por los resultados de su tarea. A nuestra escuela le pasa lo mismo que al país: carece de orden, normas claras y un clima apropiado para producir. Pero esa no puede ser una excusa. Alguna vez fuimos capaces de construir un proyecto educativo que transformó la sociedad y le dio un proyecto a la Nación. El autor es presidente de la Fundación Centro de Estudios en Políticas Públicas (CEPP).
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